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Xtra Queso

Me gustaria ser el camarógrafo de una película de terror (asian porn gore, para ser preciso) y morir en medio del rodaje.

Que luego hiceran un documental falso de mi vida y descubrieran que en el fondo, muy en el fondo, fui un buen tipo.

– Perdí la paciencia. Detesto a las mujeres que usan el sexo como condición, como premio, poco menos pretendiendo que te hacen un favor. Lo que no me da ella me lo puede dar otra, y si tampoco resulta me lo puede dar otra. Y si no, pago 20 lucas y me lo dan con acrobacias.

 

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15 mb

– Mi gato se fracturó la columna y no podrá volver a caminar.

Así empezó la jornada. El maní, el salfate, las lacrimógenas, para subirte al bus de los pacos no te piden pase escolar.

Total, si quieres cepillarte el culo ahí está el papel. Ahora, si tenerlo perfumado no es prioridad, te estaremos vigilando.

Yo no sé si el borracho que dirigía el tránsito tenía pase escolar.

– Y tú, Pablo, dónde te ves metido de aquí a diez años?

– No sé. Tal vez metido en un hospital, o quizá en Hawaii, o tal vez me aburra de esta tontera y termine horneando pan para alguna cadena de supermercados.

Sería tan genial espolvorearme maicena en los genitales…

– Doctor, si hasta ofrezco pagarle un bono para que vaya a ver a mi mamá a la casa.

– No, señora. Si mi idea fuera tener dinero, no estaría trabajando aquí.

Si mis jefes supieran lo que hago con sus talonarios de recetas cuando se me acaba el papel higiénico, me renovarían el contrato por tres años y tirarían la cadena.

– Doctor, y le puedo dar  a mi hijo «Tulox»? Un primo se lo tomó, y al día siguiente se le pasó el resfrío.

– (no… debo… hacer… evidente.. broma… doble sentido… must… stoooooop!)

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Jolt in the Crotch

No pude escribir en el blog. Razones me sobran y soy culpable de todas ellas.

– Señora, si lo que usted pretende es enojarme, hay formas más fáciles de hacerlo. Podría, por ejemplo, colocarme un ají en el culo y apretarme los cachetes.

-…

– Olvídelo. Sonó demasiado divertido.

Por un lado tengo una jornada laboral extraña. Mi horario de salida es casi todos los días a las 20:00, pero sin turnos de urgencia y sin trabajo durante los fines de semana. Es como el paraíso y el infierno al mismo tiempo, pero al menos me pagan.

Sobre eso mismo, van dos meses de sueldo pero ni siento los dólares. Se me fue casi todo en gastos, pesrros, pago de deudas y en queso con jamón. Cerrar la cuenta corriente del Banco de Chile fue una batalla campal. Ardió Troya. A pesar de pagarles las deudas y los intereses, los malditos querían más, pero mi romance con ellos se terminó.

– Pero señor, le daremos cualquier cosa si usted decide seguir siendo nuestro cliente.

– ¿Ah, cómo? ¿Cualquier cosa?

Tal vez en un par de meses veré por fin los números azules.

Lo sé. Es cierto. Si me hubiera quedado en Santiago las cosas sería más baratas y cómodas.

Pero no podría ver el mar todos los días.

Me sofocaría en su aberrante sistema de transporte público.

Seguiría viviendo en una casa herida de muerte desde que se destapó la gran olla y mi padre se fue para no volver. Desde entonces mi hermana y mi madre no paran de pelear a diario y no estoy ni ahí con ser la leña del fuego.

Seguir en Santiago significaría volver al encierro, al calor.

Volver a esa maldita sensación de «forever alone» que me daba por las tardes, y que apenas se apagaba al escribir en este blog.

Transitar por calles llenas de malos recuerdos.

– Mira, lo que necesitas es buscarte una mujer menos histérica. Y cambiar de ciudad.

Escapar hacia Valparaíso fue una aventura y acto sicomágico, todo en uno. Salú por eso.

(Jodoviejo, revuélcate en tu catre!)

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